En breves líneas, esta novela se compone de unas ciento treinta y tantas páginas contándonos cómo un extraterrestre sin nombre trata de localizar a Gurb, su alienígena compañero, de marcha por las calles de Barcelona, y regresar con él a su planeta.
Pero, en realidad, la supuesta banalidad de una historia de ciencia ficción sin ciencia ficción esconde, bajo la forma de un esquemático diario de búsqueda, con un lenguaje de estilo telegráfico, sincopado, en el que cada párrafo se hace preceder por la anotación exacta de la hora en que se produce lo relatado; esconde, decía, un divertido "tiroteo" de críticas mordaces a una sociedad cuyas prisas, polución y caos tejen una red de absurdos que la va deshumanizando.
Se ubica la novela en la Barcelona pre-olímpica; la situación de excitación y estrés ante un acontecimiento tan mayúsculo a las puertas, se manifiesta en un clima de desconcierto perfectamente retratado en el dibujo de una ciudad naufragando entre zanjas y edificios culturales cerrados; que sirve, no obstante su localismo, como ejemplo de retrato de cualquier sociedad actual.
Los dos protagonistas, etéreos como pompas de jabón en origen- pues son inteligencia pura -, no dudan en adoptar los físicos más estrambóticos, creyendo así pasar desapercibidos entre los humanos. Sin embargo, su palpable ingenuidad utilizada por Mendoza como un elemento ajeno a la sociedad terráquea, a fin de hacer pasar como de tapadillo juicios de valor, va evolucionando hasta convertir a los alienígenas en unos pícaros que ya no desean marcharse de España. Como ocurre a la mayoría de extranjeros, claro...
En definitiva, una novela corta que se lee sin desmayo, rociada con un sentido del humor brusco pero constante y apetitoso, un producto que merece la pena consumir.